Kine-grafos (Parte 1)


 Kine-grafos2

– ¿Quién habla?

– Alicia

-¿Quién?

– ¡Alicia!

– ¿Quién es ella?

– Una joven delgada, rubia, de ojos azules, muy linda.

– ¿Alicia? Hola Alicia… ¡Hola Alicia!

– Shhh… no hables tan duro.

– ¿Alicia me conoce?

– ¡Nooo!. Ella está en la película.

– ¿Película? ¿Qué es una película?

– Una película es como un cuento donde las personas, los animales, los personajes, hablan, se mueven, bailan, cantan, van, vienen… Una película es una historia como esas que leemos…[1]

Empezaré con una breve reflexión o un par de giros en torno a esa experiencia que no sé si por confort o por moda optamos por llamar cine. ¿Qué es el cine? Y como en muchas de nuestras conversaciones debemos regresar a uno de esos complejos y maravillosos puntos comunes: el griego como lenguaje, como acto de creación, como la posibilidad de acercarnos y conocer el sentido y las realidades que conforman las distintas culturas de los griegos. Tomamos del griego palabras prestadas para nombrar esta actividad humana que conocemos como cinematografía: arte… literatura… ocio… conocimiento o entretenimiento… o todas las anteriores o… ninguna. Pero vuelvo a las palabras:

Cine de kine, movimiento, tacto, sistema motor, pensamiento.

Grafos, delicioso caleidoscopio, como mínimo tres significados: descripción, escritura e imagen, ¡imagen! ¡escritura! ¡descripción! Una imagen que se escribe, que se describe; o un escrito que se describe en imágenes, un escrito que se describe con imágenes; o una imagen que se escribe en palabras o en imágenes. Escritos con movimiento, imágenes que se mueven para contar. La tragedia, el teatro, la retórica, la Poética de Aristóteles, responden a la técnica de ordenar ideas con grafos, la escritura, la gramática.

El cinematógrafo, la cinematografía, es la proyección de imágenes para generar la impresión de movimiento. Otra forma de contar historias, otra manera, luz, torrentes de luz, derroche de color, despilfarro de formas, más formas, escenas y escenarios. Historias que se cuentan con imágenes, impresas en un comienzo, ahora simplemente creadas, hijas del logaritmo y el neón, del genio, de la electrónica, del plasma y el cristal, escenas sin escenario. Otra vez, el punto común: el pensamiento, la idea.

«…Vamos al cine para acceder a un mundo nuevo y fascinante, para suplantar virtualmente a otro ser humano que al principio nos parece muy extraño pero que en el fondo es como nosotros, para vivir en una realidad ficticia que ilumina nuestra realidad cotidiana. No deseamos escapar de la vida sino encontrarla…»[2]

Las historias nos acompañan desde cuando nos aventuramos en el andar, en el ir, en el hacer un camino y después un mapa para volver. Al regreso, no solo éramos cazadores o recolectores, éramos narradores, contábamos el viaje, describíamos el ir, para contar… para contar lo que vimos, lo que adivinamos, lo que avistamos, o lo que oímos u olfateamos, o lo que la piel nos contó… la enorme noche, la luz de los astros y una breve e insignificante llama que vacila en el farol de cualquier embarcación y las olas y la espuma y el viento y las sombras que nos dibujan paisajes, dioses y demonios.

La luz de la luna dibujando otro paisaje, otro color, el Otrolos Otros… los duendes, los espectros y las sombras, sus juegos, los encuentros y los desencuentros… personajes del viaje, la hoguera, las llamas que juegan con las líneas de los rostros y los cuerpos, los ojos entrecerrados, el oído y el alma despiertos, la conciencia alerta y la palabra dibujando en la narración la historia, la palabra describiendo la vida, la muerte, los amores y los olvidos, el narrador contando, cantando, susurrando. El Otro, el espectador, el que no vio, él lee.

La historia no es solo eso, son los pliegues de la voz, los puntos suspensivos, los paréntesis, los susurros, los gritos y los cantos, también los silencios como los de Bergman, la lluvia de los Sueños de Akira, o ese bramido celeste que recoge las voces de los astros, de las galaxias y los planetas en George Luckas.

Las historias son lo que contamos y cómo lo contamos.

El cine es otro medio para contar historias. Y el cine necesita de un autor, de un primer creador, de una primera idea, y necesita un guion. Recomiendo leer El Guion de Robert  McKee.

En el cine es fundamental la fotografía o la creación de imágenes. Hago la diferencia por las nuevas técnicas audiovisuales, por los nuevos escenarios creados en las pantallas de los computadores con todos los recursos electrónicos del siglo 21. En el cine juega un papel importante la imagen pero sigue siendo esencial la idea, el pre-texto, el alma, lo intangible, eso que en el acto de narrar volvemos palabra e imagen.

Vamos al cine, vemos el cine, ¿quiénes van y quiénes ven y qué pasa con el espectador que no procesa la luz, el color ni la imagen óptica? ¿qué pasa con el espectador ciego o con baja visión?. Para contestar esta pregunta debemos hablar de las técnicas de audiodescripción y para entender qué es la audiodescripción tenemos que ubicarnos en el momento exacto en el que se crea el guion y comienza a intervenir el director de fotografía quien hace el tránsito de las palabras y los bocetos, de las letras y los dibujos, de la gramática y la pintura, a las imágenes en movimiento.

Ahora, describir lo que el director de fotografía llevó en su acto de traducción desde la palabra a la imagen implica un regreso, una vuelta, un volver a la palabra. Este regreso se traza por un camino nuevo, bueno… por un laberinto, por un complejo y extraño recorrido a través de formas, sombras, oscuridad, música, silencios y sonidos. Al final el audiodescriptor produce un guion, este es un producto nuevo, es otra idea, es otra forma de contar; el audiodescriptor es un creador que se alimenta y se nutre de la literatura, la filosofía, la pintura y el cine.


[1] Diálogo registrado entre una persona ciega y su acompañante en la sala de Cine Colombia – Centro comercial Gran Estación de Bogotá, en la proyección con audiodescripción de la película Alicia en el  País de las Maravillas. Proyecto Cine para todos

[2] McKee, Robert, El Guion, Editorial Alba, España, Cuarte edición, 2011, página19

 

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